Seguramente has escuchado hablar de él, ¿pero sabes 100% qué son los Omega-3 y de qué forma te ayudan si los agregas a tu dieta? Aquí te contamos más al respecto.
Los Omega-3 son parte de los ácidos grasos esenciales (EFA), que son considerados de esa forma porque el cuerpo humano no es capaz de reproducirlos y para adquirirlos es necesario hacerlo a través de alimentos que lo contengan. Su ausencia en el cuerpo humano puede significar la aparición de enfermedades.
Los ácidos grasos esenciales Omega-3 se dividen en tres tipos: ácido alfa linoleico (ALA), que pueden encontrarse en semillas de chía, nuez o cáñamo; ácido eicosapentaenoico (EPA) y el ácido docosahexaenoico (DHA), presentes en pescados como el arenque, caballa, salmón, sardina y atún, de donde se deriva el término “aceite de pescado”.
La importancia en la salud
El consumo de Omega-3, en principio, contribuye a una buena salud cardiovascular. Son necesarios para fortalecer neuronas y otras funciones importantes, tales como:
En el caso del tipo DHA de Omega-3, investigaciones han revelado que son el alimento del cerebro, ya que es el ácido graso con mayor frecuencia en el sistema nervioso central, por lo que desempeña un papel importante en el desarrollo neuronal y sus funciones. Se ha comprobado que el consumo de DHA ayuda a mejorar la función cognitiva en niños de 9 meses; también, ayuda como elemento protector contra el deterioro cognitivo; mientras que el consumo de Omega-3 del tipo EPA ayuda a los pacientes con depresión y trastorno bipolar.
En el caso de las mujeres embarazadas es recomendable el consumo de Omega-3, ya que ayuda al desarrollo del cerebro y la retina del bebé en gestación, se recomienda una ingesta diaria de Omge-3 del tipo DHA.
¿Cuánto comer?
La Asociación Americana del Corazón o AHA (por sus siglas en inglés) recomienda agregar a la dieta, al menos, dos raciones semanales de pescados ricos en Omega-3, cada ración equivale a 100 g. Entre los pescados que recomienda para su consumo se encuentra el salmón, caballa, atún blanco, la trucha y las sardinas.
Su ausencia en el cuerpo se puede detectar a través de síntomas como: alteraciones en la piel, erupciones secas y escamosas, una mayor probabilidad de aparición de infecciones y mala cicatrización. Si percibes alguno de estos síntomas, no dudes en acudir con tu médico para que te canalice con un especialista.
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